jueves, 12 de marzo de 2020

La escuela de la vida.

     Si bien estudiar es necesario e imprescindible, nuestro objetivo final debe ser entender y tratar de comprender todo lo que nos rodea o nos influye en el momento de tomar decisiones a lo largo de toda nuestra vida. Debemos tener en cuenta que es precisamente ese transitar por la vida la que al final determinará lo que fuimos, somos y llegaremos a ser.

     Si aprendemos de la vida sabremos que estamos incorporando constantemente nuevas herramientas para solucionar situaciones cotidianas y visualizar todo lo que puede llegar a ocurrir.

     Esto puede llevarnos a pensar que vivimos en una gran escuela donde seguramente los maestros sean quienes nos transmiten sus experiencias transformándose en la letra del libro que llevamos debajo del brazo a diario para consultar, según nos surjan, las dudas.

     Si somos capaces de aprender todo aquello que nos marcan y subrayan como importante, según el caso, entonces quiere decir que estamos por el buen camino, ya que la única referencia fiable es el resultado que obtenemos.

     También estarán las pruebas y exámenes de evaluación que nuestro día a día nos pondrá a resolver, y extraeremos del libro lo que podamos usar; pero si nos falta información entonces es cuando nosotros comenzamos a escribir en este libro las páginas que seguramente otros leerán.

     Pondremos en ellas todo lo nuevo que incorporamos después de las vivencias, si son buenas lo detallaremos de tal manera, que quienes lo lean experimenten una sensación parecida. Pero si la experiencia es negativa profundizaremos aún más en los detalles con tal de que, quien lo lea, sepa que aquello que le ha tocado vivir es dañino y puede terminar en un camino sin salida.

     Para incorporar nuevas lecciones solo debemos escuchar, porque las palabras que llegan desde la confianza, el cariño y el respeto, serán sin duda los textos nunca escritos más importantes que aprenderemos en la vida.

     La experiencia en toda su dimensión, tiene que ser nuestro gran objetivo a aprobar y una vez comencemos a sumar una tras otra obtendremos un gran doctorado, que con humildad y paciencia sabremos transmitir.

     Las clases en este sentido son muy divertidas, ya que abriremos el libro de las emociones por su primera página y poco a poco leeremos y contaremos las vivencias una a una y nuestro interlocutor no solamente escuchará, sino que seguramente deberá interactuar, realizando preguntas según la época y realidad que le haya tocado vivir.

     Como en casi todas las aulas el profesor tendrá más edad que el alumno, condición necesaria para graduarse en experiencia.

     Tal vez se entienda mejor si simplemente menciono un ejemplo, la captura de pantalla de un momento de la vida, padre e hijo hablando, en un hermoso atardecer frente al mar con la escusa de  pescar, la caña con el hilo tenso lanzada al agua y  ya seguramente sin cebo, pero no importa, el dialogo es tan interesante que lo que se ha enganchado al sedal es una serie de experiencias que van y vienen enriqueciendo a ambos pescadores.

     Porque si bien los años vividos por una persona le dan la suficiente experiencia para transmitir sus accionar en la vida, también quien con corta edad  escucha y pregunta aporta nueva información, logrando en muchos casos, que tenga que rever sus conceptos adaptándolos al momento en el que se encuentra.

     No hay escuela más universal que la vida, la que nos gradúa a través de la experiencia, demostrándonos sin filtros lo fuertes que podemos ser acumulando conocimientos, o lo vulnerables que llegaremos a ser si miramos hacia otro lado.

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