Analizar la actualidad forma parte del trabajo periodístico, sin ser lo más importante pero sin dejar de ser lo menos importante.
Somos comunicadores, formadores de opinión, y también analistas de la actualidad. Reflexionar sobre algunos temas puntuales, también nos hace sentir libres.
Escribir sobre lo que se piensa o sobre lo que
uno siente, muchas veces no es tan fácil como parece, sobre todo si lo hacemos pensando
en quienes lo leerán y juzgarán luego.
Se asemeja a como somos educados y criados en nuestra
vida, el camino real de nuestro accionar siempre está marcado por lo que nos
muestra e impone el conjunto de la sociedad, dependiendo donde nazcas, donde
residas, el extracto social en el que te colocan, y siempre creemos que aquello
es lo correcto, por lo que lo aceptamos sin más.
¿Pero en qué momento nos damos cuenta de que
las cosas son diferentes, o pueden llegar a serlo, y no todo es tal y como nos
lo han mostrado?
Todo depende ya de la madurez, el carácter y
los sentimientos de cada quien, ya que tenemos condiciones innatas a las cuales aún los que dictan la
dirección a seguir no han podido llegar.
¿Pero quienes son los que intentan (como decía
mi maestro de primaria) “llevarnos de la nariz”?; los mercados, la
globalización, los políticos, las religiones, el tan mencionado sistema, o
simplemente aquello que hemos aprendido durante años que se vuelve en nuestra
contra.
Porque los valores bien aprendidos pueden
llegar a posicionarnos a un lado u otro del camino.
Entonces si somos capaces de entender y
razonar, ¿Por qué no lo hacemos en el momento justo?.
¿Será que nos han educado
para que posterguemos esas acciones el
mayor tiempo posible y que cuando logremos desarrollarlas y comencemos
a utilizarlas sea tarde para actuar o cambiar de rumbo?
Otra gran frase me viene a la memoria y es la
que nos dice que siempre hay esperanza; “nunca es tarde para volver a empezar”,
la escuche desde niño, no se si por un acto de convencimiento personal de quien
la pronunciaba o una realidad tácita de su día a día.
Lo cierto, es que sin estar convencidos no
llegaremos a ningún sitio, la vida se compone de una infinidad de valores que
en nuestras diferentes etapas vamos conociendo, algunos los aceptamos, otros
los practicamos y adoptamos como propios, el resto los desechamos.
La voluntad no es solo un estado de ánimo
pasajero que cuando pasa nos olvidamos de ella como si de un caprichoso sueño
se tratara, tampoco es la que por estar en cada uno de nosotros deba actuar por
si sola más allá de la razón y el pensamiento.
Simplemente es la que junto a los objetivos
que nos hemos fijado en conseguir, nos dará la fuerza necesaria para
alcanzarlos sin pensar en fracasos y derrotas.
Y si
éstos llegaran, siempre estará ahí para recordarnos que no somos las máquinas
perfectas que esperan los demás que seamos, y que una vez aprendida la lección
analicemos las debilidades de nuestro proyecto y logremos fortalecerlo con la
voluntad como bandera.
El
físico Alemán Albert Einstein dijo con respecto a la voluntad: ”Hay una fuerza
motriz más poderosa que el vapor y la electricidad, la voluntad”.
Si observamos nuestro entorno, por el cual nos
desplazamos a diario, veremos como la falta de voluntad de la mayoría de las
personas maquillan el paisaje con colores de dejadez y abandono.
Una corrupción perversa de falta de valores y aprecio
por el espacio público hace que la realidad nos envuelva con su manto
infranqueable de irrespetuosidad perenne.
Todo aquello que queremos enseñar y que las
generaciones venideras vean como algo correcto y positivo, lo borramos al
instante sin darnos cuenta que con el ejemplo debemos predicar.
Es el hoy tan extenuante en ciertas
circunstancias, que creemos que todo aquello que está más allá de nuestro radio
de acción, es insignificante o carece de importancia no solo para nosotros sino
para los que nos rodean, convirtiéndonos en el centro del universo.
Luego está la realidad ajena, aquella que
nunca nos afectará, la que no nos puede tocar, somos inmunes a todo lo negativo
que ésta pueda transmitirnos a nosotros y los nuestros. Pero que equivocados
estamos nuevamente, ya que en contadas ocasiones solo podemos hablar por
nosotros mismos cuanto más por los que nos rodean y quieren.
Si ellos son los afectados se nos caen todas
las teorías defensivas, ya que nos han alcanzado donde somos más débiles, los
sentimientos.
Aquellos, que no reconocemos, que creemos
tener controlados y que tardarán en darse cuenta si algo los afecta porque
somos el centro del universo, ¿recuerdan? …
Debemos entender que si razonamos en demasía
es como estar queriendo ver constantemente todo y al detalle el universo que
nos rodea y envuelve, por eso nuestros ojos no deben ser los únicos que nos
guíen porque también se pueden equivocar, distorsionando la realidad.
El escritor y piloto Antoine de Saint-Exupéry
dijo: “Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos”.
Si miramos con los sentimientos es posible que
podamos descubrir un sinfín de emociones y situaciones gratificantes que nos
lleguen incluso a sorprender, pero también debemos mirar con el corazón todo
aquello que a los ojos es cotidiano y normal, el sufrimiento.
Sentarnos a la mesa en familia a disfrutar de
un almuerzo, acompañados de guerras, tornados, terremotos entre otros
acontecimientos diarios, viendo en el televisor que la noticia es el sufrimiento y la desesperación
por sobrevivir, es ya algo normal y fatalmente cotidiano.
Sí, fatalmente, porque estamos matando el “ser
humanos”, para dar vida a otra especie cuyos nombres pueden ser tantos como
concepciones filosóficas del mundo conocemos.