martes, 2 de marzo de 2010

Reivindicando los juegos populares y tradicionales


Es cierto que cada vez más la sociedad actual y los avances tecnológicos nos llevan en muchos casos a disfrutar de unos juegos cibernéticos en los que es protagonista una pantalla. Sin embargo, cientos de años de entretenimiento con los más pequeños no pueden desaparecer de un plumazo, y muchas veces lo más sencillo es lo más divertido.

En una definición sencilla y clara podemos decir de los juegos tradicionales y populares que:“Son aquellos juegos que se transmiten de generación en generación, pudiéndose considerar específicos o no de un lugar determinado" .

Los juegos populares están muy ligados a las actividades del pueblo llano, y a lo largo del tiempo han pasado de padres a hijos.

De la mayoría de ellos no se conoce el origen: simplemente nacieron de la necesidad que tiene el hombre de jugar. Es decir, se trata de actividades espontáneas, creativas y muy motivadoras.

Su reglamento es muy variable, y puede cambiar de una zona geográfica a otra con facilidad; incluso pueden ser conocidos con nombres diferentes según donde se practique.


Los juegos populares suelen tener pocas reglas, y en ellos se utiliza todo tipo de materiales, sin que tengan que ser específicos del propio juego.

Todos ellos tienen sus objetivos y un modo determinado de llevarlos a cabo: perseguir, lanzar un objeto a un sitio determinado, conquistar un territorio, conservar o ganar un objeto, etc. Su práctica no tiene una trascendencia más allá del propio juego, no está institucionalizado, y el gran objetivo del mismo es divertirse.

Hacer memoria y recordar cuantos juegos conocemos y hemos disfrutado desde niños es un gran ejercicio que propongo humildemente desde este sitio.
 
Valores de respeto, solidaridad, compañerismo, amistad, trabajos cooperativos y un sin número más, que hoy en día casi se estan perdiendo en su mayoría.

1 comentario:

  1. Recuerdo que me fascinaban dos juegos. Uno eran las canicas. Pasábamos horas arrastrándonos por la arena con un saquito lleno de canicas atado al cinturón donde almacenábamos nuestros triunfos reflejados en el número de canicas que conseguíamos. Existían dos modalidades, el triángulo y el guá.

    Las canicas más valoradas eran las de porcelana que se cambiaban por dos o tres de cristal. También había otras llamadas bolones, de mayor tamaño y eran de acero. Vamos, que eran los rodamientos de los coches.

    Cuando llegábamos a casa orgullosos de nuestro triunfos, nuestras madres solían echarnos una buena “retahíla” al traer los pantalones llenos de polvo e incluso rotos por las parte de las rodillas. Creo que a partir de aquí la se inventaron las rodilleras. Todavía conservo dos botes de pelotas de tenis colmados de estas esferitas que tan buenos momentos nos han hecho pasar.

    El otro juego era las chapas. Con ellas simulábamos las carreras ciclistas como la Vuelta a España, el Giro de Italia, y como no el famoso Tour de Francia. Cada chapa era un famoso corredor, la cual llevaba su dorsal, nombre e incluso foto, todas ellas muy elaboradas.

    Nuestros corredores favoritos eran los franceses Laurent Fignon, Bernard Hinault, pero los que más nos apasionaban eran los españoles José Luis Laguía, Marino Lejarreta y por supuesto Perico Delgado. Construíamos nuestros propios circuitos sobre la arena, y cada día en el recreo o al finalizar el colegio, se disputaba una etapa.

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